Yuxtaposición de imágenes individuales creando una escena colectiva que nunca ha existido, haciendo de la ilusión una realidad percibida.
Este proyecto de videoarte se presenta como una pequeña arquitectura de la mirada, una estructura íntima que delimita la visión y, a su vez, sugiere nuevas conexiones entre los elementos que muestra. La "caja blanca" se convierte en un contenedor de fragmentos visuales, un espacio de contemplación donde las aperturas funcionan como ventanas hacia una realidad compartida pero al mismo tiempo fragmentada.
Nos habla de la percepción y la construcción de la imagen. La fragmentación y la continuidad coexisten en un equilibrio sutil, haciéndonos conscientes de cómo la mirada recompone la realidad a partir de lo que se nos da a ver.
Otro aspecto sugerente de esta propuesta es la manera en que el cuerpo se relaciona con el espacio. Las figuras sentadas no tienen rostro ni identidad visible; son presencias anónimas, cuerpos que existen en el espacio, pero que no interpelan directamente al espectador. Esta despersonalización hace referencia a la uniformización de la sociedad contemporánea, a la desaparición de la subjetividad en el contexto de las masas, y a la idea de que la identidad es siempre parcial, siempre incompleta desde la mirada del otro.
Cada fragmento de vídeo ha sido grabado de manera independiente, sin ninguna interacción real entre los protagonistas, pero la disposición de las ventanas sugiere una conexión ficticia. Este efecto pone en cuestión nuestra manera de interpretar la imagen y la realidad: tendemos a buscar patrones, a construir relaciones entre elementos separados, incluso cuando estas no existen. La obra juega con esta predisposición humana a dar sentido a lo que percibimos, llevándonos a ver una escena colectiva donde solo hay fragmentos inconexos.
Hay un juego sutil de presencias y ausencias: los cuerpos están separados, pero su ubicación en el espacio y las miradas sugeridas crean una red invisible de conexiones. Los pequeños espacios entre las ventanas refuerzan esta dualidad entre unidad y fragmentación, permitiendo una percepción doble: vemos cuatro imágenes separadas, pero al mismo tiempo intuimos una escena continua, una composición que parece extenderse más allá de sus límites físicos.
Las personas sentadas parecen apoyadas en el marco inferior, haciendo que la misma ventana se convierta en un elemento activo de la escena. No es solo una frontera entre espectador e imagen, sino una estructura que da profundidad, delimita y participa en la narrativa. Esta ventana no solo revela y oculta, sino que se convierte en una presencia propia dentro del relato visual, una interfaz entre el interior y el exterior, entre la mirada y el espacio representado.
El proyecto se presenta como un vídeo de 23 minutos de duración en el que diferentes grupos de imágenes se suceden de manera secuencial. Cada conjunto de cuatro ventanas interactúa visualmente durante un tiempo determinado antes de dar paso al siguiente grupo. La transición entre estos bloques se realiza mediante un "fundido", suavizando el paso de una composición a la otra y generando una continuidad fluida dentro de la fragmentación visual. Esta estructura permite una evolución constante de las imágenes, creando una dinámica en la que las relaciones entre los elementos cambian progresivamente.