“La fotografía se mueve entre la documentación y la construcción de un escenario imposible, haciendo que el límite entre realidad y artificio quede deliberadamente difuminado.”
Este proyecto fotográfico explora la tensión entre colectividad e individualidad a través de una composición que desafía la percepción. La vista cenital elimina cualquier jerarquía visual, presentando una multitud aparentemente homogénea que se funde en un mismo espacio. La tela negra como fondo actúa como un vacío neutro, haciendo que las figuras emerjan sin referencias espaciales, reforzando así la sensación de un conjunto compacto e indefinido.
Dentro de esta masa humana, la presencia de los surfistas introduce un elemento disonante, una nota de surrealismo que rompe sutilmente la uniformidad. A pesar de formar parte del mismo escenario, su presencia resulta intrigante y descontextualizada, generando una extraña armonía entre lo cotidiano y lo inusual. Esta contradicción visual invita al espectador a cuestionar el orden y el caos dentro de la imagen, difuminando los límites entre realidad y ficción.
La elección de esta perspectiva plana acentúa aún más la ilusión de un espacio donde el movimiento y la profundidad desaparecen. Las figuras se convierten en patrones repetitivos, casi abstractos, pero cada detalle —una postura, una sombra sutil, un pequeño gesto— delata su individualidad.
Esta doble lectura de la imagen, entre el conjunto y la singularidad, conduce a una experiencia de observación pausada, donde el espectador transita entre la percepción global y el descubrimiento de detalles concretos.
El formato panorámico amplía esta ambigüedad, haciendo que la composición adquiera una dimensión inmersiva. La multitud parece infinita, a la vez ordenada y caótica, mientras que los elementos discordantes emergen como figuras que desafían la lógica interna de la imagen. Con este juego de perspectivas y presencias, la obra no solo propone una reflexión sobre la identidad dentro del colectivo, sino también sobre la capacidad de la imagen para generar preguntas y desconcierto.
Esta dinámica visual, casi hipnótica, resalta la fragilidad de nuestra percepción del orden y la armonía. La aparente cohesión se convierte en un espejismo, y los detalles discordantes se transforman en fisuras por donde se filtra el surrealismo. La fotografía, así, se mueve entre la documentación y la construcción de un escenario imposible, haciendo que el límite entre realidad y artificio quede deliberadamente difuminado.