“Figuras anónimas en un espacio de transición, entre la luz y la oscuridad.”
En el tránsito cotidiano de la ciudad, los conductores se convierten en figuras anónimas atrapadas en un instante de luz y sombra. El objetivo de la cámara captura estos momentos efímeros, en los que el sol irrumpe en el interior de los vehículos e invade el rostro de sus ocupantes. La luz, en este caso, no es simplemente una fuente de iluminación, sino una presencia invasiva que altera la percepción, modifica la expresión y, paradójicamente, borra la identidad.
Este proyecto fotográfico juega con la dialéctica entre la visibilidad y la invisibilidad, entre lo revelado y lo oculto. Los conductores, forzados a bajar el parasol del coche o a entrecerrar los ojos ante la intensidad de la luz, se convierten en sombras de sí mismos. Sus rostros se fragmentan entre zonas de claridad y oscuridad, como si se encontraran a medio camino entre el reconocimiento y el olvido. Los ojos, a menudo ocultos en la penumbra, sugieren una identidad desvanecida, un retrato sin mirada, una presencia ausente.
La elección del punto de vista lateral refuerza la sensación de una narración en tránsito, de un movimiento interrumpido en un fragmento de luz. Estos retratos no buscan capturar un momento triunfante, sino la cotidianidad anónima de un viaje sin destino aparente. La luz directa, en lugar de revelar, se convierte en un obstáculo que obliga a los protagonistas a protegerse, a mirar hacia otro lado, a refugiarse en la oscuridad del vehículo.
Conceptualmente, este trabajo explora la fragilidad de la percepción y la manera en que la luz, paradójicamente, puede actuar como una barrera. La fotografía, tradicionalmente vista como un medio para mostrar y fijar la realidad, aquí juega con su capacidad de desdibujarla, de convertirla en un espacio de sugerencia más que de certeza.
Los retratos de estos conductores se convierten en figuras de tránsito, rostros en suspenso, miradas ausentes atrapadas en un haz de luz que las condena a la invisibilidad.
La imagen no revela, sino que insinúa. El espectador, entonces, se ve impulsado a proyectar su propia interpretación, a llenar los vacíos, a preguntarse quiénes son estas figuras medio ocultas en la penumbra de su propio viaje.